CUERPOS QUE CUENTAN. Revista Telaraña










INVITACION A JUGAR
Por: Betiana Spadillero



Vivir jugando
¿Cuándo fue la última vez que jugaste? Sí, te lo pregunto a vos que ya pasaste los 12 años, a vos que te estás quedando pelado, a vos que te salió una nueva arruga en la frente y vos que te la pasás armando notas frente a la computadora... Va de nuevo, ¿cuándo fue la última vez que jugaste? No para ganar o terminar la partida, sino para disfrutar del simple hecho de jugar y pasar un buen rato.
Si bien para algunos la pregunta resulte extraña, para Pamela Villarraza es casi obligatoria. Es que la posibilidad de incorporar el juego en la vida cotidiana, de reencontrarse con el placer de hacer por hacer y de disponer de unos minutos en una ajustada agenda para la recreación, cambió para siempre la forma en que Pamela ve y siente sus días.
Ella se recibió en 2001 de profesora de Artes Visuales y desde entonces sus modos de expresarse cobraron formas diversas. Realizó numerosas exposiciones individuales y colectivas, que le permitieron explorar diferentes lenguajes estéticos, pero fue en España donde se produjo un corte importante en su manera de pensar y se reencontró con “un trabajo más artesanal y hogareño”.
“En España oí a una mujer que hablaba del placer de jugar y me hizo ruido. Nunca había escuchado cosas como las que estaba diciendo y decidí buscar más información sobre el trabajo que hacía desde la organización en la que estaba. Poco a poco me fui sumando a sus propuestas, y con el tiempo fui aprendiendo muchas cosas e incorporé técnicas que desconocía”, relató a Telaraña.
El juego cooperativo
Cuando regresó de España, además de las exposiciones, Pamela comenzó a coordinar juegos cooperativos destinados a adultos, donde el eje es repensar la actividad profesional y poder realizarla con disfrute.
“Primero coordinaba juegos con amigos en casa, con los materiales que me había traído de España. Después me fui animando y abrí la propuesta, hasta que se tornó parte indisociable de mi vida”, confió Pamela. Y comentó que “por la general, la gente está reticente cuando empieza la actividad, porque no está acostumbrada a poner el cuerpo, pero también está ávida de cosas nuevas y se termina divirtiendo”.
“Lo que pasa es que vivimos en una sociedad que nos enseñó de chicos a competir en el juego y esto genera en la adultez la ausencia del juego por temor al fracaso. Frente a esto yo les digo que hay otra manera de jugar, más solidariamente”.
“Estoy segura de que es posible generar un espacio donde valoremos el proceso del juego como un disfrute del momento, sin tener en cuenta la consecución de un fin determinado. Un espacio donde aparece un potencial individual que no conocíamos y que está bueno”.








Fuente: Nº 28 de la revista Telaraña hilos de lo cotidiano